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La Generación Z y la Alpha transformarán la moda hacia 2035: la década que reescribirá todas las reglas del sector

La Generación Z y la Alpha transformarán la moda hacia 2035: la década que reescribirá todas las reglas del sector

La industria de la moda se encuentra en un punto de inflexión histórico. Tras un siglo en el que los cambios respondieron a ciclos estéticos, avances en la producción y transformaciones culturales progresivas, la entrada simultánea de dos generaciones —la Z y la Alpha— configura un escenario completamente distinto. No se trata de un simple relevo generacional, sino de un cambio estructural que afectará a todos los niveles del sector: desde la creatividad hasta la cadena de suministro, desde el retail hasta la comunicación, desde la identidad digital hasta el propio concepto de lujo. Un estudio de Boston Consulting Group y Women’s Wear Daily anticipa que ambas generaciones representarán cerca del cuarenta por ciento del gasto global en moda para 2035. Sin embargo, la cifra no es lo más determinante; lo trascendental es el tipo de consumidor que ascenderá a la posición dominante.

A diferencia de cualquier generación anterior, la Z y la Alpha se han desarrollado en un entorno donde lo físico convive de manera natural con lo digital y con lo algorítmico. La Z creció con internet y con los primeros smartphones, pero la Alpha lo ha hecho rodeada de inteligencia artificial desde sus primeros años de vida. Esto ha configurado una forma inédita de relacionarse con la moda. Para estos grupos, una prenda no es únicamente un objeto material, sino también una representación digital y un resultado de una recomendación generada por sistemas que analizan sus gustos, sus emociones, sus hábitos e incluso los lugares que visitarán. Estamos ante un consumidor que habita simultáneamente tres dimensiones. En la física, busca prendas que transmitan calidad y autenticidad, que resulten coherentes con su estilo personal y que aporten valor emocional. En la digital, concibe la moda como un territorio de autoexpresión acelerada donde los looks se multiplican a diario y adquieren una vida paralela en redes sociales, avatares y entornos inmersivos. En la algorítmica, deja que la inteligencia artificial participe en su proceso creativo sugiriendo combinaciones, anticipando preferencias y ofreciendo alternativas que amplifican su identidad.

En este contexto, el proceso de descubrimiento ha cambiado radicalmente. La mayoría de los jóvenes no encuentra nuevas marcas o productos de la manera tradicional; son los algoritmos los que les presentan aquello que podría inspirarles. La inteligencia artificial funciona como un estilista personal que aprende no solo del historial de compras, sino también del estado de ánimo, del clima, de las tendencias emergentes y de la estética que más resuena en su cultura digital. El consumidor recibe propuestas antes incluso de pensar en ellas y vive la moda de manera anticipatoria, no reactiva. Esto convierte a la IA en un actor central en la toma de decisiones y redefine el inicio del viaje del cliente, que ya no comienza en la tienda, ni siquiera en la web, sino en la interfaz que convive con él cada día.

La transformación del retail, por su parte, está en plena aceleración. Las tiendas físicas dejan de ser simples puntos de venta para convertirse en escenarios donde se experimenta un universo completo. Los jóvenes no visitan una boutique para “mirar qué hay”, sino para sumergirse en una atmósfera que estimule sus sentidos y conecte con sus referentes culturales. Las marcas están reimaginando estos espacios como auténticos teatros, con instalaciones inmersivas, música direccionada, luz narrativa, materiales innovadores y zonas pensadas para la creación de contenido. El tiempo pasado en tienda ya no se valora por su duración, sino por la emoción que genera. Las boutiques del futuro cercano serán híbridos entre museo, laboratorio creativo y plataforma social, lugares donde la interacción importa tanto como la transacción.

Otro aspecto fundamental es el dominio absoluto de la estética en el comportamiento de estas generaciones. La Z y la Alpha hablan en imágenes, piensan en imágenes y construyen su identidad pública a través de imágenes. Esto implica que la moda se ha convertido en un lenguaje visual poderoso que comunica estado emocional, visión del mundo y pertenencia cultural. La importancia de “cómo queda” una prenda en cámara es igual o mayor que la calidad de su confección. La viralidad, la fotogenia, la capacidad de generar contenido y la coherencia con la narrativa personal se han convertido en factores decisivos. Estas generaciones no visten para encajar, sino para contar su historia; cada look es un capítulo y cada uno de sus perfiles digitales es un escaparate global donde se muestra su identidad estética en constante evolución.

Además, el consumidor ya no quiere ser un simple observador o comprador, sino parte activa del proceso creativo. La co-creación se ha convertido en un elemento clave en su relación con la moda. Los jóvenes colaboran con marcas, personalizan productos, experimentan con herramientas de diseño asistidas por IA, participan en comunidades que opinan sobre prototipos e incluso influyen en decisiones relevantes sobre colecciones. Las firmas que comprendan esta dinámica y permitan que su comunidad contribuya a dar forma a su visión artística lograrán una conexión más profunda y duradera.

La sostenibilidad también experimenta una redefinición importante. Para estas generaciones no es un ideal abstracto ni un argumento de marketing, sino un criterio cotidiano que se integra de forma natural en sus elecciones. Exigen transparencia total sobre materiales, procesos, impacto ambiental y circularidad. Pero además, introducen una idea poco explorada: la durabilidad emocional de la prenda. No basta con que la moda sea resistente; debe mantener su relevancia estética en el tiempo y acompañar al consumidor tanto en su vida física como en su identidad digital. Esta doble permanencia será decisiva en el lujo de la próxima década.

El concepto mismo de lujo está mutando a gran velocidad. Para este nuevo consumidor, el lujo no se define exclusivamente por el precio, la exclusividad o la tradición, sino por la creatividad, la capacidad de generar experiencias singulares y la autenticidad cultural. Las casas que consigan combinar artesanía con tecnología, tradición con experimentación y exclusividad con apertura creativa dominarán el panorama. La Z y la Alpha valoran tanto una pieza physical-as-a-masterpiece como una obra digital que represente su identidad. En definitiva, perciben el lujo como un territorio artístico donde pueden explorar, expresarse y conectar con algo más profundo que la posesión del objeto.

Cuando avancemos hacia 2035, nos encontraremos con un sector de la moda completamente transformado. Las colecciones se diseñarán apoyándose en macrodatos culturales y en modelos predictivos que captarán tendencias antes incluso de que se hagan visibles. Los avatares digitales ocuparán un espacio protagonista y la vida estética de una persona tendrá dos dimensiones: la física y la virtual. Las tiendas se replantearán continuamente y sus interiores serán tan cambiantes como las narrativas digitales que alimentan la cultura visual de estas generaciones. Influencers creados por IA convivirán con creadores humanos y ambos influirán en la formación de gustos globales. Los consumidores tendrán su propio “estilo algorítmico”, una especie de huella estética personalizada. Las marcas operarán como plataformas vivas de contenidos, no como productores de colecciones estacionales.

La conclusión es rotunda. Las generaciones Z y Alpha no son solo el futuro del consumo: son la fuerza cultural que reescribirá los fundamentos de la moda. Quien entienda su lenguaje, su sensibilidad y su visión del mundo liderará la industria en la próxima década. Quien no lo haga quedará desplazado en un mercado donde la velocidad, la creatividad y la inteligencia artificial serán las nuevas variables que definirán el éxito.


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