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La batalla de los algoritmos de élite: ¿quién programará el próximo Louis Vuitton?

La batalla de los algoritmos de élite: ¿quién programará el próximo Louis Vuitton?

La inteligencia artificial (IA) ha llegado con fuerza a los salones de la moda más exclusiva. No es ciencia ficción: en 2024 Dior lanzó un anuncio publicitario creado 100% por IA, sin modelos ni escenarios reales, reduciendo de seis meses a dos semanas el proceso tradicional de filmación. Este tipo de innovaciones evidencian una transformación profunda: las casas de lujo y las grandes tecnológicas libran una carrera vertiginosa por dominar las nuevas herramientas creativas. La pregunta ya no es si la IA revolucionará el diseño de moda de lujo, sino quién dirigirá esa revolución – ¿los maestros artesanos de siempre o los ingenieros detrás de algoritmos de élite?

Tecnología vs. tradición: la pugna por la creatividad de lujo

En un extremo del ring están empresas tecnológicas como Google, OpenAI, Adobe o NVIDIA, desarrollando algoritmos generativos cada vez más poderosos. En el otro, las casas de moda centenarias (Dior, Louis Vuitton, Gucci…) decididas a preservar su liderazgo creativo. El choque era inevitable. LVMH, el gigante dueño de Louis Vuitton y Dior, optó por aliarse con Google Cloud para impulsar experiencias de lujo “basadas en IA”. Esta asociación estratégica, anunciada como “un paso adelante inédito” por Toni Belloni (director general de LVMH), busca combinar la potencia de Google con los vastos datos de las marcas de LVMH y así personalizar como nunca la experiencia del cliente. No es el único ejemplo: “privacidad, personalización y lujo son sinónimos” insisten desde LVMH, subrayando que la tecnología debe amoldarse al aura exclusiva de sus maisons.

Mientras, las big tech compiten por proveer la paleta digital del futuro diseñador estrella. Adobe integró IA generativa en su suite creativa (Firefly), permitiendo bocetos e imágenes por simple texto en segundos, algo impensable hace una década. OpenAI sorprendió al mundo con DALL·E capaz de crear visuales de moda surreales a partir de indicaciones escritas, y con ChatGPT, usado ya para redactar desde descripciones de productos hasta relatos de marca. Google coquetea con la moda desde hace años: en 2016 presentó Project Muze, un experimento con Zalando donde una red neuronal fue entrenada con las preferencias de 600 expertos en moda para “tomar decisiones creativas” sobre color, textura y estilo. El objetivo era que el algoritmo actuase como un joven diseñador en formación, combinando inputs de personalidad del usuario con parámetros estéticos. Aunque aquel prototipo demostró tanto las posibilidades como las limitaciones de la IA creativa (no ganó un premio LVMH, desde luego), marcó un precedente: los laboratorios de Silicon Valley ya se atreven a jugar en el atelier.

NVIDIA, conocido por sus unidades de procesamiento gráfico, también se ha enfocado en la moda. Sus chips entrenan muchos de los modelos generativos actuales, y la empresa ha establecido colaboraciones directas en el sector. Un caso emblemático es The Fabricant, la casa de moda digital pionera, que se ha aliado con NVIDIA para llevar la IA al diseño de prendas virtuales en tiempo real. “NVIDIA… es un colaborador vital en nuestra búsqueda de innovación en las industrias creativas”, afirmó Marco Marchesi, CTO de The Fabricant. Gracias a esta sinergia, The Fabricant busca agilizar su pipeline técnico e integrar la IA en la creación de moda digital, con el respaldo de la potente infraestructura de NVIDIA. En otras palabras, hasta los diseñadores 3D de vanguardia reconocen que detrás de sus nuevas musas algorítmicas hay códigos y procesadores de élite disputando el trono de la creatividad.

De la pasarela al algoritmo: usos actuales de la IA en la moda de lujo

Lejos de ser mera teoría, la IA ya opera entre bastidores – y sobre el escenario – de la moda de lujo actual. En el proceso de diseño, los modelos generativos se han convertido en musas incansables. Un ejemplo revelador fue Collina Strada (firma neoyorquina de culto): para su colección primavera-verano 2024 alimentó a una IA con todas sus colecciones previas como punto de partida creativo. La máquina produjo un aluvión de conceptos de diseño, estampados y formas que luego el equipo humano filtró y transformó en piezas reales. Si bien aquella colección fue bien recibida, cuando más tarde la marca usó IA para generar un par de estampados en una colaboración con Baggu, estalló la polémica por la falta de transparencia y cuestiones éticas y medioambientales derivadas del uso de IA. La lección fue clara: la IA puede inspirar diseños deslumbrantes, pero los clientes exigen saber cuándo una prenda nace del código y no del boceto a mano. La adopción transparente de estas herramientas será crucial para su aceptación.

Más allá del diseño de prendas, la IA es el nuevo oráculo de tendencias. Las tendencias de moda – antes dictadas por cazatendencias con libretas en los desfiles – ahora también las susurran los algoritmos. Agencias de forecasting como Heuritech utilizan IA para escanear más de tres millones de imágenes de redes sociales al día, detectando patrones incipientes en estilos callejeros o microinfluencers. Este análisis anticipa qué querrá la gente vestir meses antes de que suceda. Marcas de lujo como Dior o Louis Vuitton ya aprovechan esta inteligencia predictiva para orientar sus colecciones, conectando señales tempranas con decisiones de diseño concretas. Por ejemplo, Dior colaboró con Heuritech para desarrollar una nueva iteración de su icónico bolso Miss Dior, calibrada según gustos emergentes en internet. Del mismo modo, Louis Vuitton, Prada o Rabanne reciben de estas IA información valiosa que ayuda a decidir hoy los colores, siluetas y temas que triunfarán la próxima temporada. Es el big data poniéndose al servicio del big luxury. Como resume una analista: este enfoque permite a las marcas “ir más allá de datos restrictivos como ventas pasadas o la intuición del diseñador; promueve la toma de decisiones informadas”. La bola de cristal del lujo ahora tiene chips y algoritmos, y acierta sorprendentemente a menudo.

La experiencia del cliente, otro pilar sagrado del lujo, también está siendo reinventada por la IA. En boutiques exclusivas, los chatbots y asistentes virtuales llevan años respondiendo consultas básicas, pero hoy van mucho más lejos. Dior presentó en 2024 su plataforma Astra, una IA que analiza preferencias de consumidores en múltiples canales (desde reseñas online hasta interacciones en vivo) para armar un perfil unificado de cada cliente. Esta superconserje digital no atiende directamente al público, sino que empodera a los asesores de venta con información valiosa, ayudándoles a personalizar el trato como un auténtico personal shopper de carne y hueso. La idea es que la fría estadística se traduzca en calidez humana: big data con gran estilo de servicio. En China, donde la innovación digital avanza vertiginosa, ya se han visto asistentes IA presentando lanzamientos en vivo: la plataforma JD.com desplegó un avatar robótico como anfitrión de livestream shopping, y la marca Coach lo utilizó para un directo en el Año Nuevo Lunar. El resultado fue asombroso: las conversiones de venta se multiplicaron por diez durante ese streaming respecto a uno tradicional. Al parecer, un presentador virtual incansable (y perfectamente estilizado) puede mantener enganchada a la audiencia de forma muy efectiva, aunque a algunos les incomode su inquietante realismo sintético.

La personalización, emblema del lujo, escala nuevas cotas con IA. Gucci, por ejemplo, implementó algoritmos de personalización en su app móvil para recomendar productos según el historial y preferencias del cliente. Estas recomendaciones inteligentes lograron un efecto tangible: las tasas de conversión subieron un 25% y se redujeron las devoluciones gracias a aciertos en los gustos. Gucci también experimenta con realidad aumentada: en 2023 lanzó una experiencia inmersiva usando el visor Apple Vision Pro para que los usuarios interactúen con productos en 3D, acercando su archivo histórico digital al público moderno. Otras marcas se apoyan en IA para servicios inéditos: la italiana Brunello Cucinelli estrenó un website con un asistente llamado “Solomei AI”, al estilo ChatGPT pero alimentado con todo el saber de la casa (desde su herencia artesana hasta filosofía y valores). Cualquier cliente curioso puede preguntarle lo que sea y recibirá respuestas detalladas sobre las materias primas, la historia de la marca o cómo combinar una prenda, ofreciendo una transparencia y cercanía sin precedentes. Sorprendentemente, un nombre tan clásico como Cucinelli logró más de 10.000 visitantes diarios en la primera semana de su web potenciada por IA, señal de que incluso en el lujo más tradicional hay apetito por estas interacciones futuristas.

En los atelieres, la IA incluso optimiza la producción: algunas joyerías como Cartier usan algoritmos para analizar la calidad de piedras preciosas y optimizar diseños, reduciendo desperdicio de material y mejorando la precisión del engaste. Y en la cara al público, la realidad aumentada combinada con IA permite pruebas virtuales de productos de belleza o accesorios: Dior, por ejemplo, experimentó con probadores AR para permitir a sus clientas ver cómo les queda un bolso o unas gafas sin probárselos físicamente, difuminando la línea entre la tienda y el filtro de Instagram. En resumen, del boceto al escaparate, la IA se está entretejiendo en el ADN operativo del lujo. Cada innovación exitosa refuerza la idea de que estas herramientas no solo aportan eficiencia, sino también nuevas formas de creatividad y servicio que encajan con la promesa de exclusividad. Por supuesto, el factor humano sigue siendo el toque final – la visión del director creativo, el savoir-faire del artesano, la sonrisa del dependiente en tienda – pero ahora todos ellos pueden apoyarse en un asistente invisible y poderoso: un algoritmo entrenado para anticipar deseos y multiplicar la inspiración.

Pioneros y experimentos: Dior, Gucci, Balenciaga, The Fabricant y más

Varias marcas de lujo ya fungen como laboratorios vivientes donde la IA y la moda convergen. Dior, casa históricamente asociada a la elegancia clásica, ha demostrado notable apertura tecnológica. Su mencionado proyecto Astra – presentado oficialmente en el festival VivaTech 2024 – muestra cómo Dior emplea IA para tomar decisiones basadas en datos y refinar la experiencia de sus clientes. Pero quizás su experimento más audaz fue en marketing: “The Ascendance”, el spot de Dior Prestige creado enteramente por IA, sin una sola actriz ni escenario real. Esta campaña causó revuelo no solo por su estética onírica, sino por lo que simboliza: si Dior, sinónimo de lujo atemporal, apuesta por imágenes sintéticas para contar su historia, es señal de un cambio de guardia en la publicidad de alto nivel. La producción costó una fracción de lo habitual y se realizó en semanas, demostrando que la IA puede cumplir las estrictas exigencias visuales de una maison con eficiencia impensable antes. Es un caso donde la innovación técnica no diluyó el ADN de marca, sino que lo proyectó de forma nueva; el público sigue viendo el universo Dior – sofisticado, onírico, exquisito – solo que ahora con criaturas y entornos gestados por redes neuronales en lugar de sets de cine.

Gucci, siempre vanguardista, también explora la IA desde múltiples ángulos. En el terreno creativo-artístico, la firma florentina se ha aliado con la casa de subastas Christie’s para curar exposiciones de arte generativo. En 2023 presentaron “Future Frequencies” y en 2024 repitieron colaboración con la exhibición “Parallel Universes: From Future Frequencies to Gucci Cosmos”, en la cual nueve artistas crearon obras usando IA generativa inspiradas en los archivos históricos de Gucci. Estas piezas – subastadas como NFTs – integran los códigos de la casa (motivos, colores Ancora, patrones icónicos) reinterpretados mediante algoritmos creativos. El proyecto refleja el compromiso de Gucci con el arte como campo de pruebas tecnológico: están testeando hasta dónde puede la IA reimaginar la estética Gucci sin perder su esencia. En paralelo, a nivel comercial, Gucci ha usado IA para innovar la forma en que los clientes interactúan con su patrimonio. Su aplicación móvil ofrece un archivo digital inmersivo y probadores virtuales, y gracias a la IA incorpora recomendaciones personalizadas que – como señalamos – mejoraron notablemente la conversión en ventas. Gucci incluso experimentó con modelos digitales y campañas generadas por IA: circularon en redes campañas fake hiperrealistas de Gucci creadas con Midjourney que confundían a los mismos fanáticos por lo verosímiles, lo que ha llevado a la marca a interesarse en cómo aprovechar (y controlar) este tipo de contenidos generativos. Cuando una marca fundada en 1921 se mantiene en la cresta de la ola tecnológica, es claro que considera la IA no una amenaza, sino una nueva paleta creativa.

Otra casa que siempre ha jugado con los límites es Balenciaga. Famosa en años recientes por su estética futurista y disruptiva, Balenciaga no se queda atrás en la integración de IA. En la París Fashion Week, llegó a proyectar imágenes generadas por IA en pantallas LED gigantes como parte de la escenografía, creando una atmósfera híbrida entre pasarela física y mundo digital. Esta iniciativa atrajo enorme atención online y reforzó su reputación de innovador tecnológico. La marca también sorprendió al lanzar en 2024 un desfile virtual optimizado para el visor Apple Vision Pro (el dispositivo de realidad mixta de Apple), permitiendo a los usuarios vivir un show Balenciaga en inmersión total, desde cualquier lugar del mundo. Estas maniobras confirman que Balenciaga concibe la tecnología como parte de su ADN subversivo: si en los 50 Cristóbal Balenciaga revolucionó la silueta femenina, sus sucesores del siglo XXI juegan a revolucionar la forma misma en que experimentamos un desfile – aunque sea mediante un avatar o unas gafas de alta tecnología.

La revolución no es solo cosa de las casas históricas; también han emergido actores nativamente digitales que llevan la delantera. The Fabricant, fundada en 2018, es considerada la primera casa de moda 100% digital. Sus “talleres” son entornos virtuales y sus prendas, piezas de alta costura que visten avatares o coleccionistas de NFT en el metaverso. Desde sus inicios, The Fabricant ha utilizado software 3D de punta, pero recientemente ha integrado IA para acelerar y potenciar su proceso creativo. Su alianza con NVIDIA le brinda acceso a los últimos avances en renderizado en tiempo real e inteligencia artificial, con los que busca hacer más eficientes y espectaculares sus diseños digitales. El CTO de The Fabricant lo deja claro: colaborar con líderes de IA como NVIDIA es clave en la misión de “llevar la moda digital a nuevos horizontes”. En la práctica, esto podría traducirse en herramientas donde un diseñador virtual describa una prenda o una experiencia, y la IA genere al instante prototipos ultra realistas listos para desplegar en distintas plataformas virtuales. El lujo digital de nueva generación se está forjando con la chispa creativa humana y el motor incansable de la inteligencia artificial. Y aunque estas creaciones no se puedan tocar, replican el modelo de exclusividad del lujo tradicional: The Fabricant vendió en 2019 un vestido digital por $9.500, demostrando que la gente está dispuesta a pagar por piezas de moda que existen solo en pixeles – quizá porque detrás hay también una visión artística, ahora potenciada por IA, que les da valor cultural.

Además de estos nombres, la lista de marcas incorporando IA crece cada día. Lanvin, la casa francesa fundada en 1889, sorprendió al utilizar IA generativa para animar bocetos deportivos de sus archivos históricos en una campaña reciente, mezclando su herencia Art Déco con creatividad algorítmica para volver a la conversación de lujo actual. Cult Gaia, firma californiana conocida por sus bolsos escultóricos, en su presentación de Fashion Week adornó la pasarela con visuales generados por IA en pantallas, logrando amplia cobertura mediática y proclamando el rol de la IA en la narrativa digital de la moda. Y fuera de la vestimenta, marcas de gafas como Ray-Ban se han aliado con Meta para lanzar lentes inteligentes con un asistente de IA integrado que aconseja sobre estilismo en tiempo real. Incluso los eventos deportivos de élite han servido de escaparate: durante el US Open 2024, Tiffany & Co. instaló un espejo de AR con IA donde los asistentes podían interactuar con versiones virtuales, incrustadas de diamantes, de trofeos y raquetas de tenis, fusionando lujo, deporte y fantasía tecnológica. Son casos muy diversos, pero comparten un hilo conductor: la IA se está entrelazando con la creatividad y el marketing de las marcas de lujo para ofrecer experiencias inéditas, ya sea un desfile que ocurre en el ciberespacio, un bolso concebido por un algoritmo o una joya virtual que deslumbra en un evento deportivo.

¿Diseñador digital al poder? El futuro del lujo en la era IA

Con estos precedentes, cabe imaginar un escenario que hace poco habría sonado descabellado: ¿Podría una inteligencia artificial ocupar la dirección creativa de una casa de lujo? La idea ya circula en voz baja en la industria. Se comenta que algunas marcas están explorando la figura del “director creativo de IA”, un rol orientado a orquestar la generación de visuales y conceptos en herramientas como Midjourney o Runway, mediante prompts cuidadosamente elaborados. Es decir, en vez de un diseñador dibujando bocetos, un prompt engineer describiendo textualmente la visión para que la IA produzca cientos de opciones de vestuario, logotipos, campañas, etc., de las cuales luego se eligen las más afines a la marca. La imagen casi evoca a La Cenicienta con sus ratones y pájaros ayudantes – solo que aquí serían servidores y algoritmos trabajando al dictado creativo.

Ahora bien, ¿puede un algoritmo encapsular y evolucionar el ADN cultural de una maison histórica? El ADN de marcas como Chanel, Louis Vuitton o Dior no solo reside en patrones o logotipos, sino en una mística construida a lo largo de décadas, incluso siglos. Es un savoir-faire transmitido de maestros a aprendices, una sensibilidad hacia el espíritu del tiempo (zeitgeist) y una conexión emocional con el público. Algunos optimistas señalan que una IA entrenada con los archivos completos de la casa (todos los diseños pasados, las notas de sus creadores, referencias de época) y cruzada con datos masivos de tendencias globales podría, en teoría, proponer creaciones fieles al estilo de la marca y a la vez innovadoras. De hecho, ya vimos un atisbo de eso cuando Dior “alimentó” a la IA con su herencia para reinterpretar un bolso clásico, o cuando Gucci invitó a IA a jugar con sus códigos estéticos en exhibiciones de arte. Es tentador imaginar un “Karl Lagerfeld 2.0”, una inteligencia artificial que haya absorbido todo Chanel desde 1910 a la fecha y pueda generar cada temporada trajes de tweed virtuales que maticen modernidad con homenaje a Coco.

Sin embargo, la creatividad de alto nivel tiene una cualidad esquiva: la capacidad de romper moldes. Un diseñador humano puede, de forma casi visceral, sentir cuándo es momento de traicionar los códigos de la casa para lanzarla a una nueva era (pensemos en Hedi Slimane llevando a Saint Laurent al rock, o Virgil Abloh reinventando Louis Vuitton con streetwear). ¿Podría una IA tomar una decisión así, que va contra la tendencia dominante y los datos históricos? La IA tiende a promediar resultados en base a patrones existentes, no a saltar al vacío de lo desconocido. Un algoritmo entrenado en lo que fue, por muy sofisticado que sea, podría carecer de esa chispa de genialidad o de rebeldía necesaria para iniciar algo verdaderamente nuevo. Como cuestionaba un experto, “¿qué tan originales pueden ser esos diseños donde la IA se inspira en todo lo que ha visto antes?”. El riesgo es una suerte de homogeneización elegante: muchas variaciones bellas pero sin alma, sin ese elemento humano que emociona o cuenta una historia personal.

También está la cuestión de la aceptación. El lujo se construye en torno a narrativas y figuras casi míticas – enfant terribles creativos, directores visionarios, ateliers con costureras centenarias – que aportan un aura de arte vivo. Si mañana una casa anunciara que su director creativo es un algoritmo, ¿cómo reaccionarían sus clientes fieles? Quizá los millennials tecnófilos o Gen Z lo aplaudirían como la última extravagancia futurista, pero es probable que muchos amantes del lujo lo verían como una herejía, una pérdida de autenticidad. De hecho, ya vimos un anticipo: cuando la marca de calle Levi’s comunicó planes de usar modelos generados por IA para sus catálogos (en lugar de contratar más modelos humanos diversos), la respuesta pública fue mayoritariamente negativa, percibiéndolo como una solución fría a un problema cálido (la representación) – una señal de que en moda, la autenticidad y el factor humano importan. En el lujo, donde el precio incluye intangible de arte y tradición, ese factor puede ser aún más crítico.

Es posible que el nuevo lujo digital termine encontrando un equilibrio híbrido. Más que un enfrentamiento de IA contra humanos, podríamos ver duplas dinámicas: co-directores creativos formados por un diseñador y una IA trabajando codo a codo. La IA como moodboard infinito e inmediato, como artesano incansable que propone 100 variaciones de un motivo en segundos; y el humano como editor supremo, curador y alma sensible que elige, refina y da el toque de genio. De hecho, algunos creadores ya abrazan esta filosofía. El diseñador digital Baris Gencel, por ejemplo, declaró: “Ahora veo la IA como un socio creativo, … se ha vuelto como un miembro más de mi equipo”. En esa frase se condensa una visión de futuro: la IA no desplaza al artista, sino que lo potencia, liberándolo de tareas rutinarias y extendiendo sus capacidades imaginativas. Muchos en la industria comparten este optimismo cauteloso: la idea de que la moda siempre necesitará una visión humana al timón, pero esa visión podrá volar más alto con alas artificiales.

¿Quién programará el próximo Louis Vuitton? Tal vez un brillante ingeniero de datos contratado por LVMH, o tal vez un joven diseñador que en su toolbox, junto a lápices y tablet, tenga modelos de IA entrenados a su medida. Quizá la cultura del nuevo lujo digital será co-creada: los guardianes del estilo de las casas aportando su herencia y sensibilidad, y los gigantes tecnológicos aportando la potencia de sus algoritmos de élite. En última instancia, el lujo siempre ha consistido en contar historias deseables y crear objetos de ensueño. Si la IA puede ayudar a hacer ese sueño más vívido, personalizado y sorprendente, bien podría convertirse en la próxima Coco Chanel o el próximo Louis Vuitton – aunque no lleve tijeras de modista sino líneas de código. Como en todo cuento de hadas moderno, habrá que ver si la magia algorítmica puede ganarse el corazón de la moda sin robarle el alma. Por ahora, la batalla sigue abierta, con imaginación, datos y arte entrelazándose en cada nueva colección. El desenlace – ¿un reinado de IA, de humanos, o un creativo matrimonio entre ambos? – está por definirse. Lo único cierto es que estamos asistiendo al nacimiento de un lujo inédito, donde la haute couture se escribe en lenguaje Python y las musas pueden ser también máquinas. Y en esta apasionante aventura, el verdadero ganador será el que logre programar la emoción y la excelencia que definen al lujo, en el algoritmo o en el alma, poco importa – porque eso nunca pasa de moda.


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